No era un Miércoles Santo normal. Era un Miércoles Santo especial.
La Semana Santa del 2015 venia marcada por un gran estreno para nuestra formación. Tras contactar y conocer a una persona que se ha echo especial para la familia que conforma esta Agrupación como es el músico y compositor Sergio Galván, nos compuso la que seria la primera de seis, hasta la fecha, marchas propias que la formación tiene en su repertorio.
El titulo de esta era Bajo tu Manto, Mi Caridad, marcha que iba dirigida a todas las mujeres que portaban el trono de la Virgen de la Caridad que procesional el Miércoles Santo.
La singularidad de esta imagen es que se hizo exclusivamente para que la portaran solamente mujeres y así a sido durante 17 años.
Desde la Dirección de la Formación, por aquel entonces, se decidió comenzar a introducir en su repertorio marchas propias que fueran el santo y seña de la Agrupación. Tal fue así que tras conocer a Sergio, éste encantado, nos fabrico una marcha muy viva y muy rítmica a la vez que me muy seria y muy emotiva.
Esta marcha estaba echa y pensada para interpretarla a la llegada de la Virgen a las puertas de la Hermandad donde se recoge cada año.
Comenzó la procesión y el repertorio aquel año era fluido y constante. Marcha tras marcha sonaban una detrás de otra el repertorio elegido para ese día.
Al girar la plaza del Nazareno, ecuador de la procesión, los nervios por interpretar esa marcha se palpaban en los músicos. Continuo la procesión y solo quedaban unos metros cuando sonaba el final de Caridad del Guadalquivir, marcha que a las mujeres del trono les encantaba, cuando al acabar y a pocos metros del final se anunció la marcha.
Era un momento tenso, todo tenía que salir bien. Las mujeres concentradas en hacer una buena entrada a la hermandad mientras la marcha sonaba. El ambiente serio, la gente expectante, los sones se sentían.
Llegaba el punto cumbre de la procesión. El trono ya colocado para guardar a nuestra Madre otro Miércoles Santo enfilaba la puerta de nuestra Hermandad. Los tambores se detenían y sonaba un espectacular solo acompañado por una caja. La gente no sabia donde mirar, si al solista o al trono. Llega el momento clave. Al unísono se escuchaba el final de un solo desgarrador que hacia saltar las lagrimas hasta el mismisimo Cristo de la Sangre, que colgado en su altar contemplaba como su madre entraba, al mismo tiempo el trono entraba de forma espectacular al son del solo dentro haciendo que la gente rompiera aplaudir de forma atronadora.
Al acabar se acabo la procesión. Se escucho el himno para finalizar. Abrazos entre porta pasos y nazarenos, músicos y porta pasos, nazarenos y músicos. Fue un día espectacular en que todo salió a pedir de boca. No existían palabras para describir aquello. No había forma de explicar lo que se sentía en aquel momento por todos. Fue simplemente el mejor Miércoles Santo que la Agrupación recuerda en mucho tiempo.